¿Cómo están haciendo el cine, la televisión y el streaming la transición verde? ¿Qué papel juega la legislación en este proceso en Europa?
El Observatorio Europeo del Audiovisual, parte del Consejo de Europa en Estrasburgo, acaba de publicar su último informe gratuito: Transición verde en el sector audiovisual.
Este nuevo estudio analiza el impacto del citado sector en el medio ambiente. Examina la legislación internacional y paneuropea en este campo, y luego se centra en la legislación nacional y los criterios de financiación cinematográfica, para finalizar con una mirada a los sistemas actuales de cálculo de la huella de carbono.
Tras una descripción general inicial del informe, el autor Eric Munch abre el capítulo dos con una exploración del impacto del sector audiovisual en el medio ambiente. Este capítulo identifica los impactos significativos, tanto directos como indirectos, de la producción cinematográfica. Analiza los hallazgos de estudios que destacan desafíos como las emisiones de carbono de la filmación en exteriores.
El informe presenta ejemplos de iniciativas sostenibles, incluido un breve caso de estudio de Sky Studios Elstree, donde las innovaciones técnicas y los esfuerzos masivos de reciclaje ya están marcando la diferencia. Pasando a las nuevas tecnologías, el capítulo examina las consecuencias más recientes de la tecnología digital y los métodos de consumo. El autor destaca el creciente consumo de energía de los enormes centros de datos que manejan nuestros contenidos digitales y los datos de los clientes. También se exploran los aspectos ambientales de la IA.
El capítulo tres analiza la legislación ecológica para las obras audiovisuales, tanto a nivel internacional como de la UE. El informe detalla la influencia de tratados internacionales como el Acuerdo de París, que entró en vigor en 2016. Luego se pasa a la legislación específica de la UE y examina las disposiciones relativas a las prácticas respetuosas con el medio ambiente en el sector audiovisual. De particular interés aquí es Europa Creativa MEDIA. También se aborda el impacto potencial de las recientes directivas de la UE de amplio alcance, la Directiva sobre informes de sostenibilidad corporativa (CSRD) y la Directiva sobre eficiencia energética. Este capítulo también examina la implementación nacional y cómo estas directivas podrían fomentar prácticas ambientalmente conscientes dentro del sector audiovisual.
A continuación, el capítulo cuatro explora la noción de sostenibilidad en la legislación nacional y también analiza el papel que desempeñan los criterios de financiación cinematográfica a la hora de fomentar buenas prácticas. El autor analiza dos países con legislación específica (Austria y Francia) y otros dos países que no la tienen: Alemania y el Reino Unido.
De hecho, la ley federal austriaca sobre cine estipula que el respeto de las directrices ecológicas nacionales abre el acceso a un mayor porcentaje de financiación, mientras que en Francia, el CNC ha condicionado el pago de la ayuda financiera a la presentación de un informe sobre las emisiones de carbono de todas las producciones financiadas.
Pasando por Europa Creativa MEDIA y Eurimages, el autor explica que ambos sistemas de financiación paneuropeos incluyen métodos de producción demostrablemente sostenibles como criterios a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones de financiación.
El último capítulo cinco profundiza en las diversas calculadoras de carbono, sistemas de calificación de sostenibilidad y enfoques colaborativos que han surgido como herramientas fundamentales para evaluar y mitigar el impacto ambiental de la industria. El autor destaca esfuerzos como el BAFTA albert y el francés Carbon’Clap, que proporcionan información práctica para producciones que apuntan a reducir las emisiones. Los enfoques colaborativos como el sistema de clasificación de películas verdes también demuestran cómo la cooperación en toda la industria puede lograr avances significativos.
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